Varios rotativos belgas han realizado en los últimos días un viaje de ida y vuelta a la parte de Internet no indexada por Google, que es casi como decir al mundo de los muertos, el lugar donde se mueven los sitios opacos, muy turbios o que dan conscientemente la espalda al gran público. La razón de este periplo por el espacio de penumbra de Internet fue la demanda de diversos periódicos por incluir sus páginas en el buscador de noticias Google News, incluso después de que los semanarios las hubiesen retirado de sus páginas web.
Hace pocos días Google aplicó medidas maximalistas para acabar con una causa que contó con el apoyo de la justicia: los rotativos belgas se retiraron del buscador de noticias, pero también en el buscador general. De un plumazo las cabeceras se han quedado al margen de la principal herramienta de búsqueda en Internet, que les enviaba miles visitas diarias. Quien buscase la última hora del "Le Soir" belga, acababa sin saber cómo referenciado a una cabecera argelina del mismo nombre.
Una situación tan anormal no podía durar. Ambas partes han enterrado el hacha de guerra, porque el conflicto no beneficiaba a nadie. Para los periódicos, como para cualquier otro negocio, aceptar quedarse al margen de las búsquedas de Google era casi como hacerse el harakiri. Por su parte, Google tampoco podía darse por satisfecha con una situación que, de partida, tildaba de incompletas las búsquedas en una herramienta que se precia de ser universal. Tras la tormenta, se ha hecho la calma. En el olvido quedan las críticas y acusaciones de los últimos días; todos tan amigos.
Como recuerdos de la polémica queda un rastro de centenares de comentarios en blogs. Unos, los menos, criticaban la prepotencia de Google. Por contra, la mayoría atacaba el cinismo a la prensa, a la que acusaban de querer beneficiarse de la visibilidad de Google al tiempo que cobran por estar ahí. El escarmiento que Google propinó a los editores pretende ser un aviso al resto de cabeceras que pensaban seguir los pasos de los belgas.
Más allá de la polémica con los diarios belgas, el veto de Google pone de manifiesto la importancia de las multinacionales de servicios de Internet, que se han convertido en facilities globales que escapan al control de los gobiernos. La sociedad ya no sólo demanda acceso a la Red sino que gran parte de ella –con las empresas a la cabeza– viven pendientes de aparecer en aplicaciones como buscadores, agregadores y redes sociales. Los que dominan estos medios tienen un poder apabullante. El reciente asunto belga sólo es una muestra de lo que puede pasar cuando se incita a los gigantes.
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